miércoles, 28 de diciembre de 2011

El Cumplimiento



Véante mis ojos
Santa Teresa de Avila

Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.

Vea quién quisiere
rosas y jazmines,
que si yo te viere,
veré mil jardines,
flor de serafines;
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.

No quiero contento,
mi Jesús ausente,
que todo es tormento
a quien esto siente;
sólo me sustente
su amor y deseo;
Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.

Presentación de Jesús Niño en el Templo - Greg Olsen

Simeón con el Niño Jesús en el templo visto por Rembrandt

Simeón el Justo visto por Alexey Yegorov -  1830-40

La presentación en el templo vista por Giotto - 1302

ilustración tomada del libro infaltil editado en 1884 
“Christkind / sechzehn Aquarellen [Aquarelle] von Paul Mohn” 

El episodio de la presentación de Jesús en el Templo tiene relación con el cumplimiento de las normas religiosas de su época. Allí se encuentra Simeón, un anciano que ha esperado toda su vida “la consolación de Israel”.
Según el relato del Evangelio según San Lucas, era un hombre justo y piadoso. Estas dos características seguramente sobresalían en Simeón ya que no se registran otros detalles de su persona. “Justo”: revela su carácter hacia los hombres y “piadoso”: es su carácter y su actitud hacia Dios. 
Lo interesante es que en Simeón se aprecia el amor místico que a Teresa de Jesús le llevó a escribir: 
Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.

Simeón esperó toda su vida este momento y tal es su emoción que seguramente se irguió, su bastón cayó al suelo, su alma y su cuerpo se rejuvenecieron al alzar en brazos al Niño Dios. No solamente valió la pena los días y días de espera, haber superado los tiempos de desesperanza y dudas, sino que además se completó el propósito de su vida. El dice:


Ahora, Señor, despide
a tu siervo en paz,
conforme a tu palabra,
porque han visto mis ojos
tu salvación,
la cual has preparado en presencia
de todos los pueblos

La historia de Simeón me recuerda que Dios no solamente cumple sus promesas según las Sagradas Escrituras, en cuyo caso se podría hablar de promesas cósmicas o universales, sino que también cumple los sueños personales, los anhelos más altos de quienes confían y esperan pacientemente en ÉL.

Presentación de Jesús en el templo - James Tissot 1886-1894

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